Descripción
Cobijada bajo siete colinas y con el estuario del río Tajo como espejo, Lisboa es una ciudad que invita a pasear. Sus calles y edificios, pese a haber sufrido incendios y terremotos, emanan historia por todos sus rincones.
La capital de Portugal fue el centro de un gran imperio que se extendía por América del Sur, África y Oriente, y ese glorioso pasado se refleja tanto en su arquitectura como en su melancólico cosmopolitismo. Lo de la melancolía lisboeta suena a tópico asociado al fado, ese género musical tan popular entre sus habitantes y que todavía se puede oír en algunos viejos cafés de los barrios más humildes. Lo cierto es que la ciudad tiene poco de triste, ya que está bañada por una luz intensamente blanca que le otorga una viveza extraordinaria. De hecho, es recomendable llevar gafas de sol, pues la luz reflejada en el suelo blanco del pavimento lisboeta, en ocasiones, puede llegar a ser cegadora.